La protección y sanación (reordenamiento) del territorio amazónico como fundamento para el cuidado y la existencia de la memoria y la vida. Por: Luz Mery Panche Chocué

Por: Luz Mery Panche Chocué - Coordinación Nacional de Pueblos Indígenas CONPI 

La guerra, utilizada como mecanismo para el despojo y control del poder, ha impactado profundamente la vida y la cultura de los Colombianos. Conocemos las cifras escalofriantes de ases inados, desaparecidos, desplazados, víctimas individuales y colectivas, silenciados por el miedo y estigmatizados por una sociedad fría e indiferente ante la tragedia que padece cotidianamente la Colombia rural. Sobre la crisis humanitaria generada por la confrontación armada se ha escrito bastante, sin embargo, es necesario insistir que el territorio también ha sido victimizado, porque a la par con la violencia también se fue transformando el paisaje y exterminando a sus cuidanderos milenarios. La imposición del modelo económico facilista, el narcotráfico, el extractivismo, los monocultivos, los megaproyectos viales y la militarización, entre otros factores, han roto el equilibrio y la armonía del territorio y se hace necesario entonces reordenar el caos territorial como tarea indispensable para avanzar en la construcción de paz. 

 

La Amazonia Colombiana, conformada por los departamentos de Vaupés, Guaviare, Guainía, Caquetá Amazonas y Putumayo, tiene alrededor de 1. 200.000 habitantes, comprende 48 millones de hectáreas que equivalen al 41,8% del territorio Nacional y al 6,4% del total del bioma amazónico (OPIAC, 2018). Allí habitamos milenariamente además de los pueblos en aislamiento voluntario, 64 pueblos indígenas en grave riesgo de extinción física y cultural, con 178 resguardos que comprenden 25 millones de hectáreas y en los últimos años se han constituido 12 parques nacionales naturales en cerca de 8 millones de ellas. Sin embargo, el apartado y hasta hace poco olvidado territorio Amazónico, bautizado como el “pulmón del mundo”, predominantemente Indígena, ha padecido la violencia sistemática impuesta en el país siendo testigo del genocidio causado por empresas caucheras, madereras y demás y acogiendo en su seno de madre a Colombianos perseguidos y despojados por la cruenta guerra librada en el interior del país. Derribando selva, colonizando, también se fue implantando un modelo agropecuario que obedeció a la urgencia de sobrevivir poniendo en práctica lo tradicionalmente aprendido en otros suelos, en otros contextos, dejando de lado la sabiduría de los pueblos originarios que has hoy nos permite conservar algo de Amazonía.

Hemos padecido la guerra por la tierra definiendo fronteras, evangelización e imposición de pensamiento europeo, empresas extractivas rapaces de caucho, quina, pieles y maderas, ganadería extensiva, monocultivo y uso ilícito de nuestra planta sagrada. Un Estado débil y corrupto, militarización , bombardeos, fumigaciones y militarización para el cuidando de empresas saqueadoras de minerales y petróleo, planes de desarrollo contramazónicos, contaminación de suelos y redes hídricas, carreteras, e hidroeléctricas que supuestamente simbolizan desarrollo. Miles de habitantes rotos espiritualmente por el terror de la guerra, convencidos en la ignorancia que la destrucción de la selva los hará capitalistas porque así enseñan en las escuelas, colegios y universidades, porque así es el ejemplo de la mayoría de funcionarios del Estado, de empresarios, porque vivir en la selva es cosa de salvajes sin futuro 

La madre tierra ha tomado parte en su defensa y se volvió negocio el discurso del cambio climático y su mitigación y el estado Colombiano puso en práctica la norma capitalista que el que contamina paga y si tiene mucha plata, contamine lo que quiera a cambio de supuestas regalías y empezó a ponerse de moda la Amazonia. Al ritmo nacional e internacional del tema cambio climático y calentamiento global, muchas miradas codiciosas se han volcado hacia el territorio amazónico asediado hoy por la presencia de muchas ONG ambientalistas especialmente extranjeras que sostienen su aparato burocrático con proyectos que poco impactan en la protección de la selva o el bienestar de sus habitantes. Existe un estado débil que no proyecta la conservación de la amazonia como el motor de la economía regional sino como un gasto más del pírrico presupuesto que se le asigna desde Bogotá se negocian bloques petroleros y mineros aparentando ejercicios inocuos e irresponsables de autoridad en materia ambiental. 

 Paz y represión, conservación y desalojo forzado de campesinos, ayer nos quitaron la tierra productiva y nos obligaron a huir en nombre del tal desarrollo, hoy pretenden construir paz dasalojándonos en no m bre de la con se r vac ión a m bi e n tal mercantilizada, ¿hasta cuándo habrá que seguir huyendo? Con la Sentencia 4360 que reconoce a la Amazonia como sujeta de derechos, la Corte Suprema argumenta que la deforestación es el principal problema de la región amazónica señalando que: el país perdió 178.597 hectáreas en el año 2016, es decir, la deforestación aumentó en 44% respecto a la cifra reportada para 2015, y, de ese número, 70.074 hectáreas corresponden a la Amazonía (Corte Suprema de Justicia, 2018, p. 3). Con este marco jurídico tenemos la oportunidad de hacernos responsables del cuidado, reconstrucción y reparación de esta parte del pulmón del planeta, como hijos éticamente íntegros y amorosos con la madre tierra, ojalá las contrapuestas políticas de gobierno y estado no trunquen ese sueño. 

 La madre selva, la madre tierra es un ser integral por lo tanto no podemos pretender hacer creer que construimos paz si solo reducimos la protección y el cuidado de la selva a la conservación de retazos del territorio mientras permitimos que los señores capitalistas del mundo destruyen nuestra selva y contaminan nuestras aguas. Urge que quienes vivimos y compartimos nuestro día a día en la selva conversemos, urge que entendamos que acabar con la selva amazónica es acabar con humanidad, urge que construyamos desde nosotros el estado amazónico gobernando, administrando y legislando desde la selva, con la selva y para la selva, que construyamos nuestro propio sistema económico basado en la colectividad, la ética, la solidaridad, el respeto, el buen vivir y cuidado de la selva, que juntemos la sabiduría ancestral y le enseñemos al mundo que cuidando la madre tierra se construye paz, que la riqueza se mide por la ética y la espiritualidad principios innegociables e indispensables para ser realmente humanos. ¿Porque no empezamos los colombianos?. 



La guerra nos ha enfermado y necesitamos curarnos, pero es fundamental comprender nuestra felicidad depende también de la sanación del territorio. Que nuestro empobrecimiento lo necesitan unas cuantas familias que se han llenado de dinero a costa de la nuestra dignidad y nuestra vida. Todos sabemos que no estamos a gusto solo con sobrevivir, esclavizados y apretujados como extranjeros en nuestra tierra y menos que nuestros hijos y familiares hereden esta suerte. Hagamos memoria, pero no cualquier tipo de memoria, no esa memoria para perdonar y olvidar, no esa memoria para seguir sobreviviendo como esclavos, no esa memoria que reparte la televisión y el actual Estado. 

Hagamos memoria viva de las capacidades que tenemos, hagamos memoria del derecho que tenemos a ser felices como humanidad, hagamos memoria de nuestro poder transformador, hagamos memoria que somos dignos si los que comparten el territorio lo son, hagamos memoria que podemos construir otras formas de estado, hagamos memoria que somos hijos de la madre tierra y que nos han forzado a olvidar nuestra responsabilidad de cuidarla. Hoy todo el bioma amazónico enfrenta un grave riesgo de destrucción inmediata con el avance de gobiernos y empresas que propician su desmantelamiento para aumentar sus ganancias financieras. Según la Agencia Nacional de Hidrocarburos (ANH), en el departamento del Caquetá por ejemplo existen 43 bloques petroleros que se vienen concesionando y entre las petroleras interesadas se encuentran Meta Petroleum, Pacific Stratus, Canacol, Emerald Energy, Monterrico, Hupecol, C&C Energy, Optima Range y Ecopetrol (RT 2016). 

Según Trujillo Quintero et al. (2017) existen intereses de la industria petrolera sobre 23.738.554 de hectáreas que comprometen el equilibrio ambiental y afectarían negativamente la realidad social de los pobladores de la región amazónica especialmente la garantía de la propiedad jurídica de la tierra. Esto sin contar los títulos mineros y la construcción de hidroeléctricas que se pretenden entregar a las multinacionales. Invitamos a mujeres y hombres para que la memoria viva transite y trascienda los andes, la Orinoquia, el pacifico, el caribe, la amazonia y el Abya Yala porque el territorio es uno solo, porque el planeta es uno solo. No tenemos mucho tiempo para limpiar el desorden y devolver la armonía, no tenemos mucho tempo para evitar el desastre. El futuro es ahora, el paraíso es la madre tierra dignificada, sana y libre. Decidamos entonces y afrontemos las consecuencias. 

 * Luz Mery Panche Chocué es Vocera de la Instancia Especial de Alto Nivel con Pueblos Étnicos, para hacer seguimiento al enfoque étnico en la implementación del Acuerdo Final de Paz - IEANPE, por la Coordinación Nacional de Pueblos Indígenas CONPI y la Coordinación Étnica Nacional de Paz CENPAZ. 
**OPIAC. 2018. Pacto por la defensa de la amazonía Colombiana. Recuperado de: http://opiac.org.co/pacto-por-la-defensa-de-laamazonia-colombiana/ 
 *** Corte Suprema de Justicia. Sentencia 4360 del cinco (5) de abril de dos mil dieciocho (2018)
 **** RT. 2016. La Amazonia colombiana, amenazada por la industria petrolera. RT. Recuperado de: https://actualidad.rt.com/actualidad/205287-amazonia-colombia-petroleo-amenaza. 
*****Trujillo-Quintero, H. F., Losada Cubillos, J. J. y Rodríguez Zambrano, H. (2017). Amazonia colombiana, petróleo y conflictos socioambientales. Revista Científica General José María Córdova. Volumen 15(20), pp. 209-223. DOI: http:// dx.doi.org/10.21830/19006586.181.
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