Construcción de paz y “desarrollo” en Colombia.

 Por: Jorge Andrés Forero- González.

“En la economía de la naturaleza, la moneda no es el dinero, es la vida.” Vandana Shiva, Democracia de la Tierra: Justicia, Sostenibilidad y Paz El contexto de la construcción de paz que comenzó en Colombia en 2016 con el Acuerdo de Paz entre el Gobierno de Colombia y las FARC abrió la discusión sobre el tipo apropiado de “desarrollo” que el país necesita para hacer una transición en los territorios donde tuvo lugar la guerra. Hay diferentes maneras de entender nuestra visión de futuro y cómo crear un ambiente de reconciliación, proteger la diversidad natural y cultural, y crear economías fuertes en las áreas rurales y urbanas, que son algunos de los principales desafíos en Colombia. Sin embargo, todas las decisiones sobre nuevas inversiones y políticas públicas requieren potenciar el conocimiento de las comunidades locales respecto a los efectos de la guerra. ¿Qué tipo de “desarrollo” necesita el país en la construcción de la paz? 

El acuerdo de paz describe en la Reforma Rural Integral la importancia de crear nuevas inversiones para generar infraestructura y llevar los servicios del Estado a las áreas rurales, especialmente en los territorios donde ha tenido lugar la guerra. Esta nueva oportunidad de construir un puente entre el país devastado por la guerra y el país en paz tiene dos visiones en disputa. Primero, históricamente el Estado está interesado en crear situaciones que atraigan dinero del sector privado para apoyar nuevas inversiones y nuevos negocios. En segundo lugar, el Acuerdo describe la importancia de fortalecer a las comunidades rurales y las naciones étnicas, desarrollar sus economías y robustecer sus Planes de Vida y su visión de futuro para crear un escenario de reconciliación. Esta discusión no es nueva en la historia de naciones como Colombia; es la misma a lo largo de América Latina. Las ideas colonialistas sobre su futuro emplean el concepto de una cultura inferior, y un sistema político y económico. Conceptos como países ricos vs. países pobres, o países desarrollados vs. países subdesarrollados determinan nuestra visión del pasado, presente y futuro. 

 Dos visiones de “desarrollo” 



El gobierno de Colombia bajo Santos entendió que el mejor ambiente para construir negocios legales en Colombia sería terminar con la guerra. Por ejemplo, la implementación del acuerdo de paz trae la oportunidad de combinar la inversión pública y privada en más de 170 municipios donde tuvo lugar el conflicto armado. Estos son municipios que tienen condiciones económicas especiales y recursos naturales que durante la guerra fueron imposibles de explotar y utilizar para grandes negocios. Para ello, esta visión de desarrollo se anuncio con grandes inversiones en extracción de recursos naturales como petróleo, carbón o oro, y grandes actividades agroindustriales como la producción de palma africana y/o soya a gran escala. Esta visión de desarrollo se centra en la producción de alimentos a gran escala, utilizando e imitando modelos de Brasil, Estados Unidos y las plantaciones de azúcar en el sur de Colombia, donde grandes corporaciones agroindustriales controlan la producción de alimentos, arrendando la tierra y contratando empleados que no tienen una relación cultural con la tierra. Así mismo profundiza el modelo extractivista de matriz minero-energètica y se entiende que la Paz, sirve al propósito de la nueva infraestructura para ayudar a atraer más capital privado para invertir en Colombia. 

El desafío de cara a la COP16 y mas allà, con la Administración Petro que ha puesto en agenda la implementación del Acuerdo de 2016, es problematizar que el “desarrollo” y el “capitalismo”, como discurso y práctica de hace 60 años no es la solución que la Paz con la Naturaleza y los pueblos requieren. En contraste, las comunidades que viven en los territorios que han sido más afectados por la guerra comprenden la visión histórica del Estado y del gobierno y del gran sector privado como la causa de la guerra. En muchas de sus tierras, el conflicto armado fue una excusa para el desplazamiento, asesinatos y agresiones a los derechos humanos. Como lo documenta la Comisión de la Verdad, después del desplazamiento violento, grandes proyectos económicos, patrocinados por el gobierno y el gran capital nacional y extranjero, surgieron en sus territorios. Por supuesto, las comunidades y las víctimas de la guerra también exigen nuevas inversiones y tecnologías, pero en el proceso de construcción de paz, también afirman que es esencial desarrollar y fortalecer sus Planes de Vida, de Etnodesarollo y de Desarollo Sostenible. 

Estos Planes son un proceso autónomo de las comunidades para que puedan realizar su propia planificación regional y tener su propio gobierno local basado en la cultura y las relaciones dentro de sus territorios. Hay una propuesta especial para desarrollar economías locales con énfasis en la agricultura, y la protección de lugares sagrados, agua y biodiversidad. Esta visión valora el conocimiento local y exige la presencia del Estado en hospitales, escuelas, universidades e infraestructura para caminos y conectividad para desarrollar economías locales. Los Planes de Vida están conectados con problemas globales como el cambio climático. Por ejemplo, la producción agrícola de las comunidades rurales locales suministra el 70% de los alimentos en el mundo y, al mismo tiempo, protege el medio ambiente porque sus parcelas agrícolas son muy pequeñas. Es fácil entender que, para sobrevivir, la comunidad campesina, las naciones indígenas y las comunidades y pueblos afrocolombianos necesitan proteger sus lugares sagrados, lagunas, ríos, selvas y montañas, y necesitan priorizar la producción de alimentos. Estas actividades son mucho más sostenibles que la minería y los impactos de las grandes agroindustrias que utilizan pesticidas y monocultivo. 

En comparación, las perspectivas de países como Bután entienden que el “desarrollo” es reconocer que cuando las personas son felices, son defensores más fuertes de la conservación de la biodiversidad. Otros ejemplos de esta visión de sostenibilidad se pueden encontrar en las nuevas constituciones de Ecuador y Bolivia, que incluyen el derecho de la Madre Tierra en un mensaje claro para proteger la naturaleza, no solo para desarrollar negocios. Esta nueva visión ayuda a aumentar el debate en Colombia para incluir la protección de los territorios, la tierra, la cultura y las comunidades agrícolas y étnicas. Para ver el futuro, necesitamos entender el pasado de la guerra en Colombia. En el contexto de dos visiones de “desarrollo”, las nuevas reformas para construir paz tendrán éxito si el gobierno de Colombia acepta fortalecer las propuestas de las comunidades mientras, al mismo tiempo, crea escenarios de reconciliación. Todos los nuevos planes de inversión necesitan la verdadera participación y apoyo de las comunidades locales, además de hacer uso y respetar su conocimiento y sus Planes de Vida, de Etnodesarrollo y de Desarrollo Sostenible, por hablar de los de los Pueblos Indígenas, Afrocolombianos y Campesinos. 

Concordamos con el discurso de Paz con la Naturaleza que llevo al poder al gobierno Petro, pero es claro que sigue siendo epistemológicamente poco debatido qué tipo de “desarrollo” e inversión necesita el país en el proceso de Construcción de Paz, y de negociación y acuerdo entre el gobierno de Colombia y las comunidades, para construir un gran diálogo nacional sobre el futuro económico en el país. No es posible profundizar las actividades de extracción de recursos naturales y fortalecer los gigantes de los negocios agrícolas. Apostamos por comenzar a reconstruir economías locales y proteger la biodiversidad humana, cultural y natural. Es claro que la nueva inversión para la paz en los territorios donde tuvo lugar la guerra es una prioridad para la reconciliación, y no tendrá éxito sin la participación real y concertada de las comunidades. Finalmente, es importante entender que la guerra en Colombia no terminó con las agresiones a los derechos humanos: estas cifras siguen siendo asombrosas. Desde 2016, más de 1600 líderes sociales y ambientales han sido asesinados y más de 400 firmantes del Acuerdo. Superar cerca de 70 años de guerra es un gran proceso que nos merecemos. 

La buena noticia es que con justicia social, la paz es posible, y las comunidades en tiempos de guerra, siguen generando alternativas en sus territorios, a partir del Gobierno propio y de la férrea defensa de la vida y la naturaleza. Podemos utilizar tecnología avanzada de todo el mundo en Colombia y superar nuestros problemas con la ayuda de una comunidad internacional conciente de la urgencia de reparación histórica de mas de 500 años de colonialismo y explotación. Colombia es un país hermoso, de más de cincuenta millones de personas que quieren una segunda oportunidad en la tierra. 

* Jorge Andrés, es Muyska y Campesino de Boyacá. Consultor, Asesor e Investigador. Integrante de CONPI, CENPAZ, IEANPE, Achiote Comunicaciones y Somos Abya Yala

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